|
Nuestro recorrido comienza junto a La Raya, en Olivenza,
cuya historia está sembrada de contiendas y litigios y que durante
siglos ha pertenecido alternativamente a España y Portugal, hasta que en
1800, con motivo de la denominada guerra de las Naranjas, Manuel Godoy
la incorporó definitivamente al territorio español. Esa dualidad y
mezcla de estilos, que abarcan desde la arquitectura hasta la
gastronomía y las costumbres, la ha convertido en una de las ciudades
con más encanto de toda Extremadura. “Las muchachas de Olivenza no son
como las demás, porque son hijas de España y nietas de Portugal”, reza
una copla popular que define la esencia oliventina.
Arrebatada por los templarios a los musulmanes en el siglo XIII,
la ciudad conserva, entre atalayas y fortificaciones, un rico patrimonio
cultural y artístico; en él predomina el estilo manuelino, cuyo máximo
exponente es la iglesia de la Magdalena, con sus retablos barrocos, y el
palacio de los condes de Cadaval, desde siempre Casa Consistorial. Un
laberinto de calles blancas y casas enrejadas nos conduce a las antiguas
murallas y al castillo, donde se puede visitar la consistente Torre del
Homenaje, que domina las suaves llanuras circundantes, además de un
notable museo etnográfico. El viajero tampoco debe perderse la iglesia
de Santa María del Castillo, de estilo clásico, la capilla de la Casa de
la Misericordia, de profusa azulejería portuguesa, y la puerta del
Calvario, una de las que daba entrada a la vieja fortificación. A
escasos kilómetros, en un bello enclave sobre el río Guadiana, el
derrumbado y nunca reconstruido puente de Ayuda es una muestra más de
las largas disputas fronterizas por Olivenza.
La ciudad de las Torres
Al sur está el caserío blanco de Alconchel, donde sobresale
la loma del castillo de Miraflores, cuyos orígenes se remontan a los
árabes y que perteneció posteriormente a las órdenes de Temple y
Alcántara. Siguiendo hacia la Sierra Morena nos aguarda la sorprendente
Jerez de los Caballeros, también conocida como “la ciudad de las
torres”, por las hermosas y elevadas torres barrocas de las iglesias de
San Bartolomé, San Miguel, Santa Catalina o Santa María de la
Encarnación, que se alzan imponentes sobre un mar de casas blancas.
Entre todas ellas se distingue por su riqueza ornamental y sus
filigranas –incluida su fachada– la de San Bartolomé, de mediados del
siglo XV, en la parte más alta de la judería. Famosa por sus pasos de
Semana Santa, Jerez es cuna de grandes conquistadores como Vasco Núñez
de Balboa, descubridor del océano Pacífico –su estatua se erige junto a
la Puerta de Burgos– y de su compañero Diego de Albitez: aquí también
nacieron otros protagonistas de la aventura americana como Hernando
Méndez de Soto y Carlos Enríquez, conquistadores de la Florida. De
blancas y intrincadas calles, con una magnífica fortaleza de pasado
musulmán a la que debe...
buena parte de su historia, su entramado urbano,
jalonado de plazuelas, palacios, iglesias, ermitas, conventos y fuentes,
hace de Jerez de los Caballeros un lugar ideal para perderse. Más al
sur, Fregenal de la Sierra merece un alto en el camino para que el
viajero pueda admirar su fortaleza, también de origen árabe y
reconstruida por los templarios, y sus numerosos conventos.
De regreso, en dirección a la Tierra de Barros, nos espera Zafra.
Su antiguo casco urbano está presidido por los soportales de la plaza
Chica, centro de la ciudad en el siglo XV, y la plaza Grande,
consecuencia de la posterior expansión comercial, ambas unidas por el
popular Arquillo del Pan. Muy cerca una placa nos recuerda a la
recientemente desaparecida escritora Dulce Chacón, hija ilustre de la
localidad. Entre el nudo de callejuelas zafreñas sobresalen la iglesia
de Santa María de la Candelaria, antigua colegiata de estilo gótico que
contiene lienzos de Zurbarán y un impresionante retablo churrigueresco, y
sobre todo el alcazar de los duques de Feria, hoy convertido en el
parador nacional de turismo “Hernán Cortés”. En su interior destacan el
patio central, basado en un proyecto de Juan de Herrera, los artesonados
de la capilla y la sala dorada. Las antiguas murallas todavía conservan
alguna de las ocho puertas que daban entrada a la villa, a la que
algunos conocen como “Sevilla la chica” y que hoy es uno de los puntos
con mayor proyección turística y comercial de esta parte de Extremadura.
Chus Sáez Valcárcel / Dionisio Pérez
|
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Es deseable hacer los comentarios con nombre propio y sin esconderse en un anonimato, como lo hacemos nostros con nuestro nombre. Por otra parte en este blog respetamos la LIBERTAD DE EXPRESIÓN, pero no vamos a permitir aquellos comentarios que pudiéramos interpretar como ofensivos, malintencionados, insultantes, o difamantes contra las personas, serán eliminados directamente, así como aquellos que no guarden relación con los objetivos y contenidos de éste blog,
Rogamos tenga la amabilidad de librarnos de pasar por la más que desagradable experiencia de tener que actuar como censores.